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Por: Silvia Pardo - Fecha: 14/06/2020
Con mucho esfuerzo y voluntad atravesamos una experiencia límite, inédita en nuestra historia, que nos hizo replantearnos todo, desde nuestra vida más íntima hasta la que desplegábamos en el mundo exterior.
Nos costó muchísimo este encierro obligatorio, ha dejado sus consecuencias y ahora que nos acostumbramos al calor del hogar, el teletrabajo y demás, las puertas comienzan a abrirse para intentar retomar una vida que ahora lleva delante el adjetivo “nueva”. O lo que es peor: “nueva normalidad”.
¿Qué enseñanzas nos deja esta pandemia? ¿Cómo encarar nuestras vidas el día después? ¿Qué cambios y adaptaciones vamos a tener que enfrentar? Para responder a esas dudas, indagamos los efectos, las vulnerabilidades que nos dejó permanecer encerrados tantos días, junto al cincuenta por ciento de la humanidad.
“Los efectos de la cuarentena son múltiples y dependen de las circunstancias y la salud mental previa de cada persona. Obviamente, aparecen determinados miedos al otro como posible portador, con lo cual, las relaciones al principio van a alterarse hasta que cada uno encuentre su zona de comodidad. Tal vez, para los que tienen una base de personalidad más paranoide, el miedo a salir afuera se incrementará. Las personas obsesivas probablemente exageren muchísimo los síntomas y se enmascaren fobias”, explica la Dra. Graciela Moreschi, MN.41018, médica psiquiatra y escritora.
La clave va a pasar por cómo nos manejaremos con la incertidumbre, es decir, la falta de certeza. Según la Real Academia Española, la certeza es el conocimiento seguro y claro de algo. Justamente lo que nos falta por completo en estos días.
“De las muy diversas fuentes de angustia que vivimos en este tiempo de pandemia y cuarentena, la incertidumbre que nos produce ese “horizonte corto” es de las más poderosas a la hora de amargarnos la vida”, dice Miguel Espeche, psicólogo, en su artículo “La brújula y la incertidumbre”, en La Nación.
Sin embargo, la certeza es solo una sensación, una seguridad que nos convencimos de tener, pero que nunca tuvimos. “El ser humano desde siempre ha vivido compartiendo sus días con la incertidumbre sobre su destino inmediato”, aclara Espeche.
Moreschi coincide y explica que a nuestra cabeza le cuesta admitir esto, que nos hemos hecho a la idea de que había seguridades y cuestiones que podíamos controlar.
“Sin embargo, esta pandemia pone de manifiesto que no hay posible control. Entonces las personas ansiosas o controladoras van a sufrir más esta situación”, advierte Moreschi, porque son las que habitualmente tienen miedo y uno de los caminos que eligen para enfrentarlo es tratar de controlar el afuera.
“Esto ya no va a funcionar porque el afuera es incontrolable. Entonces van a tener que desarrollar nuevos recursos y darse cuenta de que, en realidad, quienes deberán cambiar son ellos y no el afuera”, señala la especialista.
Seguramente ansiamos con todo nuestro corazón salir del encierro, ir a cenar afuera, festejar y encontrarnos con todo el mundo, y de pronto, las cosas pueden resultar distintas a lo que nos imaginábamos y nos ocurra lo que los especialistas llaman “el síndrome de la cabaña”.
Este es un método adaptativo que puede surgir durante un periodo prolongado de encierro y hacer que quienes lo sienten no quieran salir al exterior.
Increíblemente, puede pasarles a los presos que pasan mucho tiempo en prisión, que no quieren salir de la cárcel, o también a personas que han estado enfermas durante mucho tiempo y que prefieren la seguridad de su hogar al exterior.
“Cuando comience el desconfinamiento muchas personas se darán cuenta de que, en realidad, no tienen tantas ganas de salir”, dice Luis Muiño, psicoterapeuta y escritor, miembro de @entiendetumente. “El ser humano se va acostumbrando a determinadas circunstancias, y siempre cuesta el cambio, pero si el encierro se prolonga, puede ser peligroso”, aclara el especialista, quien comenta que en los meses de confinamiento estuvimos en ataraxia, un estado mental que tiene que ver con la serenidad, la ausencia de deseo, con el vivir el presente e ir adaptándose a las circunstancias.
Este concepto proviene de la Filosofía griega y lo cultivaban los epicúreos, estoicos y escépticos como modo para alcanzar la felicidad. “Este estado nos llevaría al síndrome de la cabaña. Vamos a necesitar dos o tres semanas para quitarnos de encima esta ataraxia. Si se prolonga por más de un mes puede requerir la ayuda de un especialista”, advierte el psicólogo.
También hay que estar atentos a no pasar del miedo protector, natural, el del a cuidarse al salir, al miedo paralizante.
“La inquietud, fobia, hipocondría, algunas cuestiones relativas a somatización son reacciones normales, pero si el miedo muta y se torna paralizante ahí hay que actuar. Esto pueden vivirlo especialmente las personas mayores y las solitarias. Llega un punto en el que el nivel de confort de quedarse adentro es muy superior al que podría encontrar afuera. Se empiezan a sentir a gusto en la situación de aislamiento, pero hay que tener cuidado con la soledad adictiva” señala Mónica life coach de @entiendetumente.
El mundo después de la cuarentena es un mundo nuevo y le tenemos miedo porque implica crisis económica, desocupación y la caída de mucho de lo que conocemos. ¿Qué hacer frente a esto? “Podemos deprimirnos, aferrarnos al pasado, o, por el contrario, soltar y ver qué nos trae de nuevo”, responde Moreschi y describe un concepto de la cultura oriental para apreciar en estos momentos, que se denomina vacío pleno.
“En el vacío está todo lo que todavía no es, es decir, están todas las posibilidades. En este momento existe un vacío pleno donde hay muchísimas cosas por descubrir y desarrollar. Todo tiene que ver con la actitud que adoptemos. Nos tenemos que preguntar qué trae de nuevo este mundo, a todo nivel: laboral, relaciones, comunicación, hay que buscar en ese vacío qué nuevas cosas nos propone”, explica la especialista.
Afirmados en estas ideas y virtudes podremos ir construyendo nuestras fortalezas para salir al mundo otra vez, ver qué hay de nuevo y reinventarnos.