Turismo
Por: Juan Pablo Bonino - Fecha: 28/01/2020
En la punta de la península, entre las regiones de Calabria y Basilicata, se esconden algunos de los paisajes más estremecedoramente hermosos de Europa. Son lugares típicos de veraneo para los italianos, pero menos frecuentes para los extranjeros, por eso vale la pena acercarse a descubrirlos. El Parque Nacional de Pollino es el más grande de Italia con 1.820 kilómetros cuadrados. Lo componen unas cadenas montañosas con picos que alcanzan los 2.200 metros de altura, desde los que, en los días despejados, como si se tratase de una torre hecha a medida, pueden verse los colores naturales de los tres mares que bañan el sur: el Adriático, el Tirreno y el Jónico.
Pollino, su nombre, lo debe al pico más elevado, de 2.267 metros de altura, seguido por cimas entre las que se destacan la Serra Dolcedorme, la Serra delle Ciavole y la Serra di Crispo, todas con alturas superiores a los 2.000 metros. Durante el invierno, los picos, que son los más altos del sur de Italia, permanecen nevados desde noviembre hasta abril cuando comienzan lentamente los primeros deshielos.
Para conocer el Parque lo ideal es tomar alguno de sus senderos bien señalizados. Entre aquello que recomendamos ver en un primer paseo por el Pollino están sus grutas y acantilados, además del catálogo de rocas dolomitas y bastiones de piedra caliza con sus memorables texturas volcánicas. Por otra parte, resulta fantástico hacer una caminata por los bosques de hayas, arces y encinas cuyas hojas cambian de color según la estación del año. Entre los animales que lo habitan, quizá el más singular es el corzo, un pequeño y hermoso ciervo, pero de menor tamaño. También, mientras caminamos pueden sentirse sonidos propios de ardillas en casi todos los rincones, algunos jabalíes y lobos, aún salvajes.
Ahora bien, ¿qué recomendamos hacer en el Parque de Pollino? Los entusiastas del deporte pueden realizar ciclismo de montaña, piragüismo en embarcaciones ligeras como kayaks, y cabalgatas diurnas en grupo. Pero las estrellas del lugar, sin lugar a dudas, son el rafting y el trekking acuático. Los fascinantes recorridos te llevarán entre cañones, piscinas naturales e inesperadas cascadas. La quebrada del río Lao, por su enorme caudal, garantiza una adrenalina irrefrenable para los amantes de este deporte. El curso del agua posee una pendiente hacia abajo de 400 metros que culmina 1300 metros después, lo que tiene como efecto una enorme velocidad en la corriente acuática. Sin embargo, también se pueden hacer estos recorridos a pie, bordeando el río, acompañados de un guía y disfrutando de extraordinarios miradores.
Por último, en el corazón del Parque Nacional, está la bella ciudad de Civita, que no podés perderte. Después de haber paseado entre tanta naturaleza, vale la pena acercarse al Museo Étnico Arbëresh y descubrir la historia de la población albanesa que fue atrapada por la llegada de los árabes a finales del siglo XVI y buscaron refugio en las montañas. Todavía hoy en ciertos pueblos, a menudo reconocibles por sus nombres, como San Paolo Albanese y San Costantino Albanese en Lucano, los pobladores hablan un dialecto albanés y siguen las tradiciones religiosas ortodoxas.
