Turismo
Por: Juan Pablo Bonino - Fecha: 07/12/2019
En el norte de Italia y rodeada por colinas que confirman la cercanía de los Alpes, Turín es ahora la capital de la región del Piamonte, pero en 1861 fue la primera capital de Italia. Dividida por el Po, el río más largo de Italia que aparece una y otra vez en la obra de Cesare Pavese, quizá el escritor más grande que dio la ciudad, podemos encontrar en esta bellísima ciudad una forma de encontrarnos con mucho de aquello que en ocasiones parece haberse perdido.
Es un pueblo ficcional ubicado en el Parque Valentino que replica de forma minuciosa cómo era la vida en el Piamonte durante el siglo XV. Entre los años 1882 y 1884, fue ideado por el arquitecto portugués Alfredo D´Andrade, quien también restauró muchas abadías y castillos en la zona. Según le gustaba contar, él no había inventado nada, sino que había tomado como modelo edificaciones conocidas del Piamonte y el Valle de Aosta. El complejo, ideal para pasear un día luminoso, incluye calles estrechas, torres que en un segundo nos llevarán a aquella época, un hermoso puente levadizo y el castillo en el que uno puede perderse un par de horas, para después salir y caminar bordeando las aguas del Po donde se esconden las ardillas.
Visitar el Museo Egipcio de Turín es una experiencia maravillosa, con sus enormes salas y estatuas, momias perfectamente conservadas, sarcófagos, papiros y tumbas, todo en un ambiente misterioso que nos recuerda también a algunas películas de terror. Es como viajar en el tiempo y en el espacio directamente desde Turín. Ubicado en Via Accademia delle Scienze 6, contiene 6.500 objetos ordenados en salas temáticas. Sin embargo, también en el interior del museo se guardan 26.000 piezas egipcias más que –según dicen– por carecer del 2
espacio necesario, no están todavía expuestas. Es muy recomendable detenerse a observar la cantidad de objetos de la vida cotidiana –vasos de terracota, sandalias, telares de lino y escobas– para descubrir cómo era realmente vivir allí. Y para sentirse egipcio por un instante, recomendamos pasar por el subsuelo donde está el templo de Ellesija: es una cripta que todos visitan en silencio por lo que se genera una atmósfera un poco fantasmal.
Esta fábrica ahora ha cerrado, pero fue donde se fabricaron los automóviles Fiat desde 1923 hasta 1982. Desde entonces, el edificio Lingotto ha sido renovado y convertido en un complejo comercial con hoteles y un centro comercial, pero todavía conserva uno de sus principales atractivos: una pista de carreras en el techo. La fábrica contaba con una rampa para que los autos pudieran subir por pisos sucesivos a medida que avanzaban en su producción. Finalmente, los autos terminados eran conducidos al techo donde había una pista para probarlos antes de llevarlos a las salas de exhibición para su venta. Ahora bien, te recomendamos que cuando vayas visites el último piso: tendrás que tomar un ascensor dentro de la Pinacoteca Agnelli y después podrás disfrutar de una magnífica vista e imaginar cómo corrieron los autos por allí durante sesenta años.